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RESEÑA:
Si sos un/a lector/a dispuesto a dejarse llevar por la historia, sorprenderse, darle tiempo al relato, disfrutar del viaje en definitiva, esta novela te va a gustar. Mucho.
(Es cierto que la primera parte es algo lenta, cansina, pero les prometo que se pone muy interesante, paciencia).
El narrador toma el punto de vista de Tom, el protagonista de cincuenta y cinco años, casado con Amy y padre de Michael y Miri. La relación de este matrimonio tiene una mácula desde hace muchos años: la esposa lo engañó con un hombre a quien Tom conocía y eso, por supuesto, genera discusiones constantes y el vínculo entre ambos es difícil. Sin embargo, su rol de padres y sus respectivas relaciones con sus hijos, que están muy bien retratadas a través de una escritura realista, despojada, corren por otro carril.
Pero es el diálogo que mantienen Tom y su hija en el auto (él la está llevando hacia a la Universidad porque es su primer año) al final de ese primer capítulo el que inaugura esta road novel que, reitero, si no están super apurados/as la van a disfrutar un montón.
Tom, que está de licencia en la Facultad de Derecho donde da clases, en vez de volver a su casa, decide repentinamente seguir por la ruta sin un plan determinado.
En este derrotero, comienza a visitar a distintas personas que son o han sido importantes en su vida: su hermano, con quien no tiene una relación cercana; un ex compañero de básquet (Tom llegó a ser jugador profesional); su ex novia de la universidad y su hijo, Michael, el segmento, tal vez, más emotivo del relato.
Lo que más me gustó de esta novela es que la excusa del viaje espontáneo de Tom está muy bien aprovechada para conocer al personaje y sobre todo su entorno presente, pero, aún más jugoso, su pasado. El retrato de un hombre en la crisis de los cincuenta está muy bien logrado, y se lo percibe sincero, genuino, realista.